Teo es un fugitivo. De su pasado, de su familia de origen, de la cama de las mujeres con las que pasa la noche y se escabulle con las primeras luces del día, de las responsabilidades. El trabajo es lo único que ama verdaderamente, es “creativo” en una agencia publicitaria y no se desconecta nunca, tablet y celulares lo mantienen en una permanente y compulsiva conexión con el mundo. Emma perdió la vista a los dieciséis años, pero no permitió que su vida se desplomase en la oscuridad. Al contrario, la retomó enseguida, desafió su discapacidad y la aceptó desde el convencimiento de que cada día es una batalla. Es osteópata y recorre la ciudad con su bastón blanco, autónoma y decidida. Está recién separada y Teo, brillante y alegre, parece el hombre ideal con quien permitirse una distracción. Para Teo en cambio, todo surge como un juego y una apuesta, Emma es diferente de todas las otras mujeres con las que estuvo hasta ahora y se siente atraído y a la vez impactado por el mundo en que ella vive. Un aire de libertad los sorprende, pero esa alegría se termina bruscamente. Cada uno vuelve a su propia vida pero nada será como antes